Sucede algunas veces, cuando explicamos que somos acompañantes, que nos preguntan en qué consiste exactamente, qué es esto de acompañar. Y en realidad, creemos que es importante explicarlo.

Que acompañar sea el verbo con el que nos acercamos a la infancia -con esta palabra que para nosotras se explica muy bien a sí misma y que significa principalmente estar junto a otra- es la representación de un deseo. Acompañar es estar al lado de otra persona en sus procesos de aprendizaje, es tratar de satisfacer una necesidad que tenemos como sociedad. Porque en nuestra cultura occidental hemos olvidado el placer de ESTAR.

¿Por qué decimos esto? Sabemos que las niñas y los niños nacen cargadas de herramientas, se comportan de la manera que necesitan para enfrentarse a la vida y son capaces de escucharse a sí mismas desde la plena consciencia. Estas son capacidades que muchas adultas -me atrevería a decir que la mayoría- hemos perdido y cuya falta nos dificulta la vida. Son cualidades que buscamos recobrar de adultas y que nos lleva mucho tiempo recomponer. Y el tiempo, en este mundo, es un bien que no suele sobrar.

La manera en que acompañamos a las niñas y niños -en que acompañamos a las personas- importa; no ya por lo que les podamos mostrar o enseñar, sino por lo que debemos cuidar y preservar. Si invertimos en cuidados -desde el respeto y la confianza-, invertimos en el futuro. Invertimos en adultas sanas emocionalmente, en una sociedad más despierta, más capaz. Los cuidados son la clave para la regeneración social. 

Cuando estamos en nuestro espacio, con las personas que se acercan a nosotras, ponemos la atención en el ambiente relajado. Nos centramos en la escucha, en caminar junto a ellas sin prisa ni exigencia. Ponemos el cuidado en el proceso, sin la necesidad de llegar a un lugar concreto.

Cuando estamos en nuestro grupo de juego, cuidamos el ambiente, ponemos la atención en la manera en que nos relacionamos, establecemos las normas para que las peques puedan sentirse seguras y desplegar sus alas. Más allá de los límites no hay nada, no hay juicio, no hay expectativa, no hay extremos.

Observar desde la calma, tomarnos el tiempo necesario para comprender, eliminar los prejuicios. Acercarnos a las criaturas desde la aceptación; atender los conflictos sin buscar culpables; situarnos a la misma altura -física y figuradamente- que las personas con las que compartimos el tiempo, es, para nosotras, ACOMPAÑAR.