«Cuando se siente bien, no se porta mal» decía Rebeca Wild. Y aunque definir qué es portarse bien o mal es hacer un juicio de valor con el que nos gusta ser muy cuidadosas, el sentido es claro. Si tengo mis necesidades cubiertas, no necesito comportarme de manera disruptiva y puedo disfrutar del proceso. Si no, buscaré cubrir mis necesidades incluso a costa de mi propio bienestar.

Una de estas necesidades es la seguridad. Desde el momento del nacimiento, los niños y niñas llegan a un entorno donde no pueden sobrevivir por sí mismas y necesitan una adulta que les haga sentir seguras, que se encargue de darles la protección necesaria para poder seguir adelante. Cuando tenemos un bebé en brazos, saber qué es dar seguridad es casi obvio. Alimento, abrigo, transporte, amor, son las necesidades básicas de una criatura que acaba de llegar a este mundo, a priori, inseguro y hostil.

Poco a poco, la criatura va creciendo y puede procurarse a sí misma muchas de estas necesidades primarias, es capaz de desplazarse tambaleando por toda la casa, de coger galletas del lugar donde las escondes e incluso de elegir un abrigo de lana en pleno verano… Parece que ha desarrollado muchas capacidades, pero aún vemos con facilidad que sigue necesitando una adulta que le aporte seguridad en ciertas situaciones. Colocarnos cerca cuando suben escaleras, guardar los productos de limpieza en un armario cerrado o llevar una camiseta sin mangas en la mochila son algunas de las cosas que podemos hacer en este momento, pero…

La base de la educación de los hijos es la relación entre padres e hijos; aquellos son los que les aportan la seguridad emocional para que cuando estos sean adultos puedan desarrollarse seguros y felices. -Rebeca Wild

¿Qué pasa con la seguridad emocional? Cuando hablamos de seguridad en el ámbito emocional, la obviedad desaparece y comienzan las dudas. Es fácil darnos cuenta de que tratar mal a nuestras hijas e hijos, actuar con violencia o hacerles sentir miedo son comportamientos intolerables, que provocan inseguridad y dolor emocional, seguramente permanentes.

Pero, posiblemente no somos tan conscientes de que el exceso de responsabilidad o los límites poco claros pueden convertirse, del mismo modo, en una cuerda floja según para qué edades. Del mismo modo que no dar autonomía, «rescatar» constantemente o confíar poco en las criaturas.

Nuestras cachorras deben aprender a tomar decisiones, deben ser capaces de evaluar las consecuencias,  y deben adquirir autonomía y herramientas para hacerlo desde un lugar seguro. Acompañar el camino de la toma de decisiones es igual de importante que estar al lado cuando van a cruzar la carretera.

Si aún no están preparadas, cruzar sin supervisión es peligroso. Emocionalmente hablando, si no están preparadas, es necesario que el límite lo pongamos desde fuera. Del mismo modo, si están preparadas, cruzar de la mano puede hacerles sentir inferiores. Es decir, que en cuanto a la seguridad emocional, si las criaturas están preparadas, tenemos que ser capaces de soltar.

Las personas que venimos de una educación excesivamente restrictiva, tendemos con facilidad a irnos al extremo opuesto por miedo a repetir lo que nos hizo sufrir. Pero el extremo opuesto también hace sufrir. Encontrar el punto exacto entre límites y libertad, como decía Rebeca Wild, puede ser difícil, puede resultar abrumador. En Disciplina Positiva, hablamos de ese lugar en el que conviven la amabilidad y la firmeza, porque se pueden poner límites de manera respetuosa. Los límites, de hecho, son una parte fundamental cuando queremos tratar y tratarnos con respeto. Y son fundamentales para la seguridad.

Entonces, ¿cuál es el problema? ¿por qué nos cuesta tanto aportar esa seguridad a nuestras criaturas sin caer en el enfado, en el grito, en el reproche? ¿Sin caer en la sobre protección, el rescate o el control? Seguramente porque nunca hemos aprendido. Y, seguramente también, porque muchas de nosotras no nos sentimos seguras. Trabajar para aportar la seguridad que necesitan a nuestras criaturas significa empezar por nuestra seguridad. Abrazarnos, escucharnos y decirnos que somos personas valiosas, que podemos cuidar. Que debemos cuidar. Y que, como adultas, somos las responsables de ponernos a ello.

En las próximas entradas, hablaremos de cómo poner límites de manera respetuosa, si no queréis perderos nada, suscribiros y os avisaremos cuando vayamos publicando.

¡Nos vemos pronto!